Fragmento de mi novela "Basilisa"
Despierta, Basilisa sabía que el miedo
era absurdo. Lo sabía desde los siete años. Sabía que se vencía estudiando,
aprendiendo, sabiendo. Era un sentimiento primitivo y bruto.
En su casa nadie sentía miedo. No podían
sentirlo. Sabía que la oscuridad era sólo falta de luz. De noche, todos los
gatos parecían pardos. Pero Basilisa sabía que Mauricio era blanco y que
Caretica era una gata barcina. Lo sabía porque los había visto de día, porque
los conocía, porque había jugado con ellos y les había dado de comer. Sabía que
la oscuridad no era una cueva vacía ni misteriosa. Era el manto negro de la
noche que suplantaba al manto iluminado del día. Por la rotación de la Tierra
alrededor de su eje. Para que las plantas pudieran respirar, y para que el
terral sustituyese a la brisa. Para que los hombres y los animales descansaran
y soñaran. Para que las lechuzas vigilasen y el pavimento pudiera refrescarse.
Sabía que el coco no existía, ni tampoco el cocobolo del que hablaba su tío
Carlos. En Cuba no había lobos, ni fieras, ni serpientes venenosas. Sólo la
viuda negra, pero únicamente en Oriente, ¡y eso quedaba muy lejos!
Una noche, los piececitos de las
sandalias blancas quisieron andar, levantarse del silloncito que había sido de
Basilisa-bisabuela, para salir a buscar un caramelo dejado, por olvido, en el
comedor, al final del larguísimo pasillo. (¡Y era de noche!)
Estaba oscuro, pie derecho, pie
izquierdo. La noche no es una cueva vacía, pie derecho. Pero parece una cueva
vacía, pie izquierdo. La Tierra gira, pie derecho, y ahora el sol está del otro
lado, pie izquierdo. Bom bom; bom bom; bom bom. No hay leones, pie derecho, bom, bom, bom. ¿Y tigres?,
pie izquierdo, bom, bom, bom. ¿Y viejas locas?, pie derecho, bom, bom. Esta
casa es la más segura del mundo, pie izquierdo, bom, porque la construyó el
Ingeniero Sánchez Giquel, pie derecho, bom. La estatua romana quiere salirse
del pedestal, izquierdo, bom, bom, bom, bom. Pero es de piedra, derecho, bom,
bom, bom. No, las viejas locas están en “Mazorra”, izquierdo, bom, bom. Yo me
porto bien, derecho, bom.
Las manitas, que ahora asían el timón de
Raisa, más resueltas que inseguras, tentaron la mesa de comer, que hacía rato
había sido recogida para que los ángeles de la guarda pudiesen no continuar
arrodillados, y ¡eureka! hallaron el caramelo en las tinieblas y lo apretaron
con fuerza. Los piececitos echaron a correr pasillo abajo, izquierdo, derecho,
¡100 kms!, BOM; izquierdo, derecho, ¡125 kms!, BOM; izquier, derech, ¡140!,
BOM; izq, der, ¡155!, BOOOM...
―¡Mami, te traje un caramelo del comedor!
―¡¿Y no tuviste miedo?
―¡No!