Donde Wenceslao
(Esta era la casa de Wenceslao en Vueltas)
Este cuento no
es de Remedios ni de mi familia materna. Es de Vueltas, también en Las Villas,
y corresponde a mi familia paterna. Lo escribo tal y como me lo contó mi papá.
Mi abuela
materna murió muy joven, cuando sus hijos eran pequeñitos, de modo que mi
abuelo, Buenaventura, se quedó a cargo de dos varones y una niña. El mayor era
mi papá; luego venía mi tío Bernardo, y, por fin, Tía Ana, la menor.
Un día, don
Wenceslao, tío de mi padre, invitó a mi abuelo y sus tres hijos a almorzar a su
casa —una de las pocas, si no la única, de dos pisos en todo el pueblo de
Vueltas. Wenceslao era rico y, como todo rico, era bastante conservador con su
dinero, por no decir tacaño. Todo en su casa era muy augusto, tal como el
carácter del viejo tío. Por eso, mi abuelo les advirtió a sus hijos que se
comieran toda la comida sin chistar y que no hicieran comentario alguno al
respecto.
Todo fue de
maravillas, hasta que llegó el postre. Mi tío Bernardo recibió su porción de
dulce de guayaba con queso, pero su lasquita de queso era sumamente delgada, lo
que le produjo una gran frustración. Al no poder comentar sobre la comida,
levantó su lasquita de queso, se la
colocó frente a los ojos, y exclamó:
—Papá, ¡te veo!
A partir de esa
historia, cuando algo de comer nos resulta poco, decimos “es de papá te veo”.
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