jueves, 19 de diciembre de 2013

Donde Wenceslao


                                   (Esta era la casa de Wenceslao en Vueltas)

Este cuento no es de Remedios ni de mi familia materna. Es de Vueltas, también en Las Villas, y corresponde a mi familia paterna. Lo escribo tal y como me lo contó mi papá.

Mi abuela materna murió muy joven, cuando sus hijos eran pequeñitos, de modo que mi abuelo, Buenaventura, se quedó a cargo de dos varones y una niña. El mayor era mi papá; luego venía mi tío Bernardo, y, por fin, Tía Ana, la menor.

Un día, don Wenceslao, tío de mi padre, invitó a mi abuelo y sus tres hijos a almorzar a su casa —una de las pocas, si no la única, de dos pisos en todo el pueblo de Vueltas. Wenceslao era rico y, como todo rico, era bastante conservador con su dinero, por no decir tacaño. Todo en su casa era muy augusto, tal como el carácter del viejo tío. Por eso, mi abuelo les advirtió a sus hijos que se comieran toda la comida sin chistar y que no hicieran comentario alguno al respecto.

Todo fue de maravillas, hasta que llegó el postre. Mi tío Bernardo recibió su porción de dulce de guayaba con queso, pero su lasquita de queso era sumamente delgada, lo que le produjo una gran frustración. Al no poder comentar sobre la comida, levantó su lasquita de queso, se  la colocó frente a los ojos, y exclamó:

—Papá, ¡te veo!

A partir de esa historia, cuando algo de comer nos resulta poco, decimos “es de papá te veo”.




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