El premio
Primero me desterraron. Tuve que caminar por las arenas del
desierto hasta que me sangraron los pies, sin contar el calor, la sed y el
cansancio. Sentí hambre, frío y miedo. Luego, me buscaron hasta encontrarme, me trajeron de regreso y me dispararon cuatro balazos en el pecho.
Cuando caía, noté que en el suelo habían crecido
flores rojas de mis gotas de sangre; en mi pecho brotaron rosas de las heridas.
Los burócratas supieron de mi sangre milagrosa. Se
arrepintieron del crimen, pero era tarde.
Para el funeral, colocaron cuatro medallas donde antes
estuvieron las heridas de las balas, y una enorme bandera patria cubrió mi
ataúd. Subí al cielo tranquila y sin rencores.
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