Inicio de mi nueva novela
Las transiciones de Octavio
Un pálpito abarcador se apropiaba de su mente, y percibía
una clara presencia familiar nunca acompañada de su ser corpóreo. Hubiera
querido extender la mano para alcanzar la otra o para acariciar el cabello de
raíces que otrora se ensortijaba en sus dedos ansiosos... ¡Pero hubiera sido
inútil!
La primera vez que Octavio transitó, lo hizo en un sueño. Se
había quedado dormido pensando en Estela, oliendo la fragancia de su abundante pelo
rojo, abrazando la redondez de su cuerpo blanco y suave y tibio... ¡Y despertó
a su lado! Ella dormía ceñida a él, desnuda bajo la colcha. Octavio podía sentir
la calidez de su piel y el aroma de su cuello, podía besar sus ojos cerrados,
su nariz afilada, su boca entreabierta. Estela era de él y de nadie más. Le
pertenecía, al menos en su sueño...
Los recuerdos se habían materializado a retazos, como en un rompecabezas.
Cada pieza era, en sí, perfecta. El todo ya no existía. Cada transición le traía
algunas piezas. La primera le entregó el cabello de Estela, su cuerpo, sus
facciones... Entonces lo consideró bastante. No suficiente, pero bastante.
Estaba satisfecho. ¡Por el momento!...
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